Qué es y qué esperar de VOX

Que VOX llenara el Palacio Vistalegre el 7 de octubre y conformarse su propio Vistalegre I remueve muchos sentimientos, muy semejantes a otros que ya han aparecido en la historia. Que los alemanes utilizaran el Salón de los Espejos de Versalles para proclamar su II Reich no fue una casualidad: querían irrumpir en el santuario del Rey Sol, profanarlo casi, forzando a Francia a compartir ese espacio de gloria mística. Que se firmara la disposición final de los tratados de posguerra en ese mismo salón, en 1919, tampoco fue una casualidad. Luego que VOX llenase Vistalegre fue una forma simbólica de usurparle a Podemos la tenencia, la exclusividad, el monopolio sobre el concepto de “Vistaalegre I”, si identificamos esto con el origen de un imperio político que le hace la guerra al bipartidismo tradicional. Veremos si de VOX surge un imperio político. De Podemos, a día de hoy, sigue sin surgir; influir en el Gobierno de Pedro Sánchez y actuar como árbitro entre la Moncloa y el independentismo – que no es una posición baladí – es lo máximo a lo que Pablo Iglesias puede aspirar.

Los medios hablan de VOX como el partido que se sitúa a la derecha del Partido Popular, del mismo modo que Ciudadanos se sitúa a su izquierda. Así como en la Izquierda es relativamente más fácil clasificar los extremos, con la Derecha es difícil porque la injerencia de lo que se considera el liberalismo económico y el conservadurismo social complican la tarea de encuadrar a VOX (o al Partido Popular y Ciudadanos, por ese mismo principio) en la famosa escala del 1 al 10. Podríamos decir que VOX es un partido extremadamente moderado (casi a la usanza del siglo XIX): se muestra contrario a los migrantes, está deseoso por derogar las autonomías y abolir el Senado (cosas que vende como sencillísimas en su programa electoral y que suponen cambiar las bases de nuestro sistema constitucional), recela de la Unión Europea, es partidario de una suerte de nacional-catolicismo y de mostrar una presencia exterior que por otra España lleva sin mostrar desde el siglo XVIII, al tiempo que aboga por un liberalismo económico basado en el milagro fiscal (un IRPF al 21% llevará a un aumento considerable de pensiones y salarios)…

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Santiago Abascal, líder de VOX desde 2014. Perteneció al Partido Popular hasta 2013. Fue miembro del Parlamento Vasco entre 2005 y 2009.

Todo ello lo aglutina con un componente muy chovinista y nacionalista que puede volverse volátil y nocivo para los intereses generales. Esto último se ha visto en las declaraciones recientes de Santiago Abascal, líder de VOX, y de su colega Ignacio Garriga en las que alegaban que Manuel Valls carecen de legitimidad para presentarse a las elecciones municipales por “no tener ni idea de lo que sucede en España” y a quien advierten de que VOX “estará en el Ayuntamiento de Barcelona defendiendo a los barceloneses de manteros, izquierda y franceses”. Tener que defender Cataluña de los franceses supongo que será una forma de jugar a ser el general Ricardos o José de Palafox durante las guerras revolucionarias y napoleónicas. Sea como fuere, es una postura que no ha lugar. Valls tiene tanta nacionalidad española como cualquier otro y sería útil que VOX, y otros partidos, pidieran el voto para él formando así un frente constitucionalista que impidiera al independentismo controlar el Ayuntamiento. (Por cierto, que sepa el Sr. Abascal que grandes figuras de la historia de España han sido de nacionalidad mixta: Isabel de Avis, esposa de Carlos V y gran gobernadora de Castilla era portuguesa, el duque de Liria y Jérica que conquistó Barcelona en 1714 para Felipe V era inglés, Leopoldo O’Donnell descendía de irlandeses…).

VOX tiene además unos tintes historicistas que son simplemente son ajenos a la realidad de una gobernación propia del siglo XXI. Según declaró el líder del Partido al diario ABC, sus ejemplos históricos en política venían a ser algo entre Isabel la Católica, Carlos V  y una Europa sin Unión Europea (¿un Concierto de Europa, tal vez?). La verdad que el Sr. Abascal no podría haber elegido ejemplos más contrarios a una supuesta grandeza de España. Isabel la Católica y Carlos V, a pesar de ser abuela y nieto, no pudieron ser dos personas más antagónicas. Isabel la Católica murió en 1504 temiendo que Castilla fuera a ser gobernada desde Flandes por los Habsburgo, como luego sucedió. Carlos V nunca aprendió completamente el castellano y descuidó los reinos españoles, utilizando el oro de las Indias españolas en sus guerras europeas en vez de usarlo para combatir la piratería berberisca, el gran problema de España en el siglo XVI. El Sr. Abascal no podría haber elegido un monarca menos español al que admirar que el César. Y respecto a Europa cabe decir que España nunca ha tenido tanta influencia en el continente como ahora, con la Unión. Retornar a un Concierto Europeo (que es la única interpretación que puede salir de la frase “Europa pero sin Unión”) restaría a España el protagonismo que tiene por el mero hecho de ser miembro de la Comunidad. Es más, fue en la Europa del Concierto donde la presencia española quedó reducida a la insignificancia, eclipsada por las grandes potencias. Que se desengañen en VOX: si no hubiera Unión Europea, España no formaría parte del directorio de las grandes potencias. El Imperio donde no se ponía el sol ya se nos fue hace tiempo…

De VOX es difícil extraer algo más que la fachada que intenta construir. Sus perspectivas de gobierno son nulas y hasta perjudiciales para la Derecha española en su conjunto. Los votantes de VOX no serán suficientes, según las encuestas, para conseguir un escaño y sin embargo serán votos que no vayan al Partido Popular. Y de conseguir escaños, sería a costa de privar al Partido Popular y a Ciudadanos de tener un número mayor. En definitiva, no es un voto útil (todavía); tener una tercera fuerza perjudica a la Derecha más de lo que la ayuda. Puede que el escaño que saque VOX en el Congreso se convierta en el escaño necesario para que la Derecha consiga mayorías absolutas. El precio que vaya a poner a ese hipotético escaño está aún por ver pero el mero hecho de que los partidos centristas vayan a tener que pactar con la derecha más extrema de nuestra política no será algo bien visto ni en la comunidad internacional ni entre los inversores extranjeros, los cuales prefieren a las “derechitas cobardes” pero serenas antes que a las derechas exaltadas y volátiles.

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