Matones y alarmistas: por qué el Régimen del 78 no va a caer

El evento de Alsasua el pasado fin de semana ha servido para evidenciar dos cosas: la fractura que todavía existe en ciertas partes del territorio español, y que el PSOE de Pedro Sánchez está perdiéndole el respeto a muchos españoles con el fin de apaciguar a los que tal vez le regalen su Presupuesto para 2019. «Se ha ido buscando la crispación», «Era el desenlace predecible» (¿también «asumible» esta vez, Sr. Ábalos?), «Se nota que no han tenido que mirar debajo de los coches (a Fernando Savater, Santiago Abascal, Beatriz Sánchez Sueco…)» son algunas de las vergonzosas frases que han pronunciado dirigentes socialistas y de Podemos en los últimos días respecto al acto organizado por la plataforma España Ciudadana en la localidad navarra. Se habla en la prensa de que los que recibieron a dirigentes de Ciudadanos, VOX, PP y UPyD con piedras y estiércol forman parte de una alianza, integrada por los herederos políticos de ETA, Podemos y el independentismo catalán radical, cuyo objetivo es tumbar el “Régimen del 78”, el sobrenombre que le dan a la Constitución española en un intento, casi historicista, de identificarse a sí mismos con una fuerza revolucionara que se alza contra un poder injusto.  (“Contra el régimen”, como si fueran los jacobinos contra el Antiguo Régimen).

Esta alianza, que se describe como filoetarra y filocomunista, sin duda existe. Podemos, con sus respectivas marcas territoriales, simpatiza con movimientos como los de las CUP en Cataluña o los de Bildu en el País Vasco y Navarra. Comparten el objetivo de tumbar una constitución que los extremistas consideran propia de un Estado opresor y que los morados – que no llegan a tanto – ven como extremadamente conservadora porque no habla ni de plurinacionalidad, ni de autodeterminación, ni de república, ni de asamblearismo. Nos encontramos, además, en un momento en el que parece (si uno hace caso a los más alarmistas) que el PSOE ha entrado a formar parte de esta alianza. Y sin duda cuando uno observa la trayectoria del Gobierno Sánchez – acercando a los presos catalanes, obligando a la Abogacía del Estado a desestimar el delito de rebelión, retirando guardias civiles de Navarra y País Vasco y reprendiendo a los hostigados, en vez de a los hostigadores, en casos como los de Alsasua – puede estar tentado de pensar que verdaderamente existe esta confluencia diabólica entre entes anti-españoles, y hasta puede temer, como temen muchos, despertarse una mañana para encontrar que no queda ni rey, ni unidad territorial, ni Estado, ni bandera en la plaza de Colón.

No seré yo quien desdeñe los peligros que sin duda encierra un gobierno que apacigua al nacionalismo más salvaje y que entrega la llave las cuentas públicas a los enemigos de la propiedad privada; sin embargo, nuestro Estado, nuestra Constitución, están blindados, a salvo y sin posibilidad de conocer derrotada. Por eso, el argumento de que la alianza filoetarra y filocomunista ha penetrado en la Moncloa por vía del PSOE y de que el Régimen del 78 está en peligro no es otra cosa que un alarmismo contraproducente, que alimenta a quienes con ello sueñan. No hay posibilidad de que Podemos y sus aliados extremistas se conviertan en un ente con suficiente fuerza como para poder “tumbar el Régimen”, como tampoco conseguirán jamás enredar al PSOE en sus aspiraciones anti-constitucionales. Pedro Sánchez, que va camino de ser de los peores presidentes de nuestra historia, nunca se dejará arrastrar más allá de un pacto presupuestario que dispare el gasto y aumente impuestos (lo que ya es en sí terrible). Y de llegar a fantasear con posiciones radicales, el organismo interno del PSOE sin duda pondrá fin al sanchismo, como ya sucedió en 2016 cuando su cerrazón casi les lleva a bajar a sesenta o setenta escaños. Tampoco hay margen de maniobra en las Cortes Generales para que la alianza filoetarra y filocomunista pueda materializar sus umbríos propósitos. Están absolutamente solos en su empeño anti-constitucional.

Y es que hace falta mucho más que una alianza de perdedores para poner en jaque al Estado. Al Estado no se le puede vencer desde dentro; ya pasó esa época de pronunciamientos, golpes y magnicidios que mantenían al país en vilo. Nuestro régimen es fuerte. La prueba de que lo es se ve en lo sucedido en Alsasua. Lo único que le queda a la terrible alianza filofiloetarra-independentista-filocomunista es hostigar cobardemente a los que van a defender el a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a Navarra. Estas acciones, que han servido para que Pedro Sánchez se retrate, y que son atroces y deben ser perseguidas y juzgadas, distan mucho de poner en el peligro al Régimen del 78.

Después de todo, los integrantes de la alianza filoetarra-filocomunista-independentista, los que acosaron a los constitucionalistas en Alsasua, los CDR que se echan violentamente a las calles, no son más que vándalos encapuchados, matones… (thugs, es la excelente palabra con la que se les describiría en inglés). Los matones son violentos, desestabilizan las calles y hay que combatirlos sin que tiemble el pulso. Pero no ponen en jaque al Estado. Desde luego que no. Y es que ni Podemos, ni los herederos políticos de la ETA, ni el independentismo bolchevique tienen fuerza, ni la tendrán jamás, para combatir al Estado. ¿Cómo van a hacerlo? ¿Promoviendo el independentismo como en Cataluña? La repuesta a eso es no apaciguar y centralizar competencias. ¿Promoviendo el odio en sitios como Alsasua? La repuesta a eso es aplicar el Código Penal. La única forma en la que esta alianza podría quebrar el Régimen del 78 sería haciéndose con una fuerza armada lo suficientemente poderosa como para organizar un golpe de Estado militar que triunfara, cosa imposible desde cualquier ángulo pues jamás se harían con dicha fuerza, y de hacerlo y usarla se encontrarían frente a la oposición de la mayoría de la población española, que sí que es constitucionalista, y de la comunidad internacional.

La época en la que los regímenes caían, por lo menos en Occidente, hace tiempo que la pasamos. La novedad de proyectos constitucionales, de libertades, la ambigüedad de gobiernos que estaban a caballo entre el viejo orden y el nuevo, el nuevo papel de los movimientos sociales…; hizo que hace un siglo los regímenes políticos fueran quebradizos y sucumbieran a las presiones internas. La alianza filoeterra y filocomunista representa eso: algo anacrónico, algo que un Estado moderno y sólido del siglo XXI como es el nuestro puede conjurar sin problema. El argumento de que el Régimen del 78 está en peligro porque «vienen a por él» simplemente da crédito a un imposible y distrae, tanto a políticos como a la población que escucha esta teoría, de los verdaderos problemas políticos y socioeconómicos que nos afectan. Éstos no son ni pocos ni triviales como para encima preocuparse por la supervivencia de un Régimen que es fuerte, que está blindado por el derecho y al que le quedan muchos años de vida.

 

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