Fue Mario M. Cuomo (1932-2015), gobernador demócrata de Nueva York entre 1983 y 1994, quien acuñó esta idea de que se hace campaña en verso y se gobierna en prosa en el sentido de que, a la hora de la verdad, el realismo y la necesidad (la prosa) se acaba imponiendo sobre la fantasía y los idealismos (el verso). Eso es lo que acabará sucediendo con la Derecha de Andalucía que aún anda resacosa de las elecciones del domingo en las que cayó el bastión principal del PSOE, la cuna del felipismo – el golpe moral es semejante al que se produciría en el Partido Popular si se pierde Galicia, corazón del partido, castillo de Fraga.
A pesar de que ahora Ciudadanos airee que tanto PSOE como PP tienen que pagar el precio de que se les dejara gobernar en Andalucía, Madrid, Moncloa… en 2015-16, los de Juan Marín acabarán entrando en vereda y formando un gobierno paritario con Juan Manuel Moreno. Es lo lógico y ellos lo saben. Que el tercer grupo más votado aparezca de repente exigiendo que los quedaron por delante se abstengan para que pueda gobernar es la forma que tiene los de Ciudadanos de ponerle un precio alto a su apoyo y garantizarse así que Moreno les ceda la vicepresidencia de la Junta y consejerías de relevancia. Este gobierno paritario acabará fraguándose ya que la oportunidad histórica que brindó el 2 de diciembre difícilmente podrá repetirse. En una repetición de elecciones puede que el electorado socialista que se quedó en casa, convencido de que el PSOE ganaría de todas formas y de que la extrema derecha solo obtendría uno o dos representantes, aprenda el error que supone abstenerse. El centroderecha sabe que no puede dejar pasar la ocasión. La tirantez y el recelo de estos días se debe a que se están aún desembarazando de la lírica con la que han hecho campaña, acusándose de no haber hecho nada en cuarenta años o de haber sido la muleta del socialismo; pronto abrazarán la prosa que les dirá que tienen que entenderse. Y es que no han pasado días apenas desde el triunfo histórico; es comprensible que ninguno quiera ser el primero en aparecer ante sus electores como el que vende sus diputados para que otro sea presidente…
El gobierno PP-Ciudadanos deberá contar con la abstención del partido de Santiago Abascal: VOX no puede aparecer como la causa de una repetición de elecciones ni como el que dio otra oportunidad a la Izquierda, pero tampoco puede ponerse a repartirse consejerías con los que denominó “derechita cobarde” nada más poner un pie en las instituciones.
La cuestión de VOX es interesantísima y una muy peculiar. No será en esta ocasión que la extrema derecha entre a gobernar. No le conviene por lo que acabo de explicar pero es que, además, no tiene capacidad para ello. VOX se encuentra actualmente teniendo su propio 15-M: es el momento dorado del populismo, cuando todo pueden ser quejas, denuncias y palabras vanas que no se dejará de crecer electoralmente. Aún nadie les pide medidas concretas, coherentes, plausibles, con las que mejorar la vida de los ciudadanos. De momento solo se quiere un afín que confirme el motivo para indignarse.
VOX no es un partido de gobierno, no tiene un programa que esté más allá de la crispación, como no lo tenía (ni lo tiene) Podemos. En los años 2013-14, cuando la crisis económica se encontraba su peor momento, el partido morado comenzó a aparecer clamando contra el monopolio corrupto del bipartidismo (aunque Iglesias ahora se ha olvidado de que aquello también incluía al PSOE), arengando a los desesperados que habían perdido sus casas y sus empleos, denunciando que mientras la sociedad sufría los bancos que negaban créditos eran rescatados por el Estado (sin entender que el impopular rescate financiero fue lo que salvó a España de la implosión económica). Llegó el año 2015 y obtuvieron 70 escaños. Desde que están en las Cortes no hacen más que desinflarse ya que son incapaces de cumplir de facto con sus promesas, porque legislativamente (que es como se hace la gran parte de la política) son inviables.

Y lo mismo sucede (y posiblemente sucederá) con VOX. La crisis catalana ha sido a los ultraderechistas lo que a los ultraizquierdistas la crisis económica. Han explotado el sentimiento nacionalista, centralista, el nativismo (el orgullo y derechos que da el ser español)… y han sacado 12 escaños cuando se les vaticinaba entre uno y cuatro. No es que sus escaños carezcan de fuerza política, que la tienen y serán vitales para que gobierne la Derecha por primera vez; carecen de fuerza proponente. Los diputados de VOX no tienen nada que llevar al parlamento con lo que mejorar la vida de los andaluces. Ni la abolición de las autonomías ni la recentralización de competencias, que es en lo que se basa el 90 por ciento de su discurso, puede llevarse a cabo desde un parlamento autonómico; necesitan de reformas legales mucho más amplias que requieren de unas aritméticas parlamentarias (en las Cortes Generales) tan endiabladas que son de facto imposibles. VOX ha usado Andalucía como trampolín, pero el día que llegue a las Cortes Generales, que llegará, comenzará su desinflamiento.
El problema de VOX no está en que vaya a alcanzar el gobierno, que no lo hará (como máximo puede aspirar a ser el Pablo Iglesias de un Pedro Sánchez de derechas), si no en la mala imagen y división que causa en la Derecha liberal. La irrupción de la extrema derecha hendirá a la Derecha liberal en el momento en el que pacte con ella. Dado que el centroizquierda ya se ha entregado al radicalismo por su lado, es evidente que el centroderecha lo hará por el suyo. Pues bien, este era precisamente el gran argumento de superioridad que la Derecha tenía sobre la Izquierda en España en estos momentos. PP y Ciudadanos encarnan moderantismo, centrismo, liberalismo; el PSOE se ha corrompido prestando oídos a los que lo tentaban a abandonar el centro del espectro. En el momento en el que PP y Ciudadanos acepten la abstención de VOX, cargarán con ello a sus espaldas y aunque no lleguen al extremo de gobernar con la ultraderecha, el argumento de que se han apartado del centro podrá calar, cosa que ahora no calaba. Todavía más: los votos necesarios para un escaño de VOX, granjearían muchos más en el PP; la división del voto de Derecha es la peor consecuencia de la irrupción de la extrema derecha.
Esto es lo que nos vaticina la novela de la Andalucía (y la España) de después del 2 de diciembre. Se acaba aquí el poema electoral aunque volveremos a retomarlo en breve. Lo peligroso es que la ciudadanía confunda el verso con la prosa: en verso, que es lo único en lo que saben producir los populismos de Podemos y VOX, no se puede gobernar; es por ende que hay que confiar en las opciones que dominan la prosa, que al final es con la que se escribe la historia. La necesidad de volver al centrismo es más acuciante que nunca pero al parecer los capítulos que se avecinan de esta novela nos van a mostrar el principio fundamental de la política: se maneja lo que se tiene, no lo que se gustaría tener (i.e. Realpolitik). De momento parece que centrismo puro no tenemos. Por ahora en Andalucía, todo pasa por la connivencia con la ultraderecha para que con sus abstenciones se logre el gobierno. Pero, ojo, que no pase de ahí.