SOS Partido Socialista

A Soraya Sáenz de Santamaría la eligieron los afiliados del Partido Popular para suceder a Mariano Rajoy; a Pablo Casado lo eligieron los compromisarios, es decir, la estructura dura del Partido. La vuelta de los compromisarios funciona en el Partido Popular para que la democrática elección por parte de los afiliados no tenga la última palabra sobre el futuro del liberal-conservadurismo español. El Partido consideraba que la exvicepresidenta, favorita de los votantes, no era la que se necesitaba por lo que quirúrgicamente intervino la voluntad del afiliado para dar el poder al joven vicesecretario de Comunicación de corte aznarista. Las reglas son las que son. Puede por tanto decirse que el PP tenía un mecanismo pragmático (que a mi juicio lo privó de una gran presidencia como podría haber sido la de Sáenz de Santamaría) para evitar que por clamor popular del afiliado alguien no conveniente pueda acceder a la candidatura de la presidencia del Gobierno.

Este mecanismo del voto del compromisario está diseñado en esencia para que no sucedan resurrecciones de ave fénix como la de Pedro Sánchez. El Partido Socialista en 2016 maniobró y se contorsionó hábilmente para librarse de un hombre que iba a llevar al país a una segunda repetición de comicios y a la debacle electoral. Cuando se abrió el proceso de primarias en 2017, Pedro Sánchez regresó a lomos de los afiliados. No había un instrumento en el PSOE que pudiera frenar su retorno y evitar que se repitiera lo que hoy estamos viviendo: el suicidio de los socialistas.

En el PSOE se están preparando para una guerra civil que promete ser cruenta. Se trata de un conflicto que concierne a toda España pues nuestro sistema político no puede funcionar correctamente si no existe una opción sólida y comprometida de centroizquierda. Será un conflicto por la sucesión, por la salvación, una vez más, del Partido. De las elecciones generales que Sánchez planee convocar en marzo, mayo u octubre, el PSOE saldrá mal parado. Andalucía ha sido solo el primer síntoma, pero sin duda el más duro que se podía haber porque ha representado la quiebra de lo que quedaba de PSOE felipista. Lo más fuerte del Partido, lo que todo ha resistido durante treinta y seis años, se ha acabado desmoronando por la gestión del presidente nacional. La connivencia de Sánchez con la rebelión catalana es lo que ha pasado factura en un electorado como el andaluz, que es más españolista que socialista.

Perder el sur ha sido un golpe durísimo para la Izquierda. El resto de barones territoriales tiemblan pensando en las elecciones autonómicas y municipales de mayo que van a ser una prueba de fuego – como para encima desviar la atención de ellas convocando un “superdomingo electoral”. La guerra abierta en el PSOE ya ha tenido, además, las primeras escaramuzas. Ya ha habido barones, los más conservadores, los que más hicieron por derrumbar a Sánchez en 2016 (Javier Lambán, Emiliano García Page…), que han condenado la política del líder en lo referente a los indultos a los presos catalanes, a las concesiones al separatismo… Y es que en el PSOE cunde la anarquía con un presidente de opinión y acción arbitrarias, dependientes de lo que le susurre la almohada por la noche o lo que le diga el espejo por las mañanas.

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Viñeta de José María Nieto publicada en el diario ABC.

Rosa Díez, antigua coordinadora y fundadora de UPyD, comentó en una reciente entrevista que en el PSOE sanchista había muchos como Largo Caballero y pocos como Besteiro. Hacía referencia a que el PSOE de Sánchez está ahondado en una deriva hacia reinos políticos que son muy tenebrosos. Francisco Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Guerra (1936-1937), inició una bolchevización del Partido Socialista de entonces con el fin de hacer frente a la bando nacional. La apertura de arsenales, el reparto de armas para defender la República, la formación de milicias que derivaron en checas…; fueron las consecuencias de su política para mantener a flote a una república cada vez más soviética. Se considera el proceso de bolchevización del PSOE (que Largo Caballero comenzó antes incluso de presidir el gobierno) como una de las causas principales de la guerra civil española. Julián Besteiro fue siempre el contrafuerte que mantenía al largocaballerismo a raya: Besteiro, que había sido clave para una cierta colaboración entre el PSOE y Miguel Primo de Rivera durante el Directorio civil (1926-1931), se había opuesto a la deriva revolucionaria del Partido (encabezada por Largo) durante las huelgas de 1934 y 1935. Perdió peso a partir de entonces.

El PSOE de 2018, salvando las evidentes diferencias con 1936, se está dejando llevar por un camino peligroso, igual que Largo Caballero. El apaciguamiento del independentismo está llegando a un punto de no retorno. La reunión entre Joaquim Torra y Carles Puigdemont en Bruselas, la llamada al guerracivilismo de una “vía eslovena”, la connivencia de ambas partes (Moncloa y Generalidad) con la violencia de los CDR; son episodios que están aumentando la tensión y configurándose como prólogo de un episodio mucho más serio de la rebelión catalana.

Circula por los medios la teoría de que Sánchez está contribuyendo a la violencia separatista con el fin de blanquearse: quiere aumentar la tensión para que cuando lo abucheen a su consejo de ministros y a él en Barcelona el 21 de diciembre pueda recuperar un matiz españolista con el que acudir a las elecciones generales. No me parece una estrategia descabellada pero sí extremadamente peligrosa pues Cataluña está en un punto crítico y dicha estrategia, además, acarreará la ruptura de la Izquierda de Estado, que no puede permitir que se quiebre la convivencia por blanquear el desgobierno que viene prolongándose desde el 1 de junio. Pero Sánchez está estirando la cuerda demasiado y puede que se acabe rompiendo. Es la suya una estrategia que llega fuera de tiempo: es muy difícil que el PSOE sanchista recupere el voto españolista. Se podrá marear al votante con la idea de los Presupuestos, las leyes ecológicas o las de Memoria Histórica… pero no con la cuestión territorial. Cuando José Luis Ábalos (que de forma vergonzosa prioriza el ser secretario de Organización del PSOE al ser ministro de todos los españoles) sale a un tribuna denunciando el discurso inflamado y diciendo lo tristísima que le parece la situación de Cataluña, el PSOE se asesta otra puñalada más. Porque no es compresible que un alto mandatario del Gobierno exprese lo crítica que es una situación y luego no mueva un dedo.

Hay muchos nervios dentro del PSOE por lo que le puede pasar al Partido en la era post-Sánchez y debería haberlos en toda España. El PSOE es fundamental para la estabilidad política del país porque es, al menos en teoría, una fuerza centrista y moderada que contribuye al correcto funcionamiento de las instituciones. No está siendo así con Sánchez. La intervención quirúrgica del PSOE es, hoy por hoy, una cuestión de Estado que los socialistas con sentido de Estado deberían llevar a cabo. Cada día que el PSOE continúe siguiendo a Sánchez en su descenso a los infiernos es un día más de debilidad para el sistema político español.

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