Del libro-entrevista publicado por Fernando Sánchez Dragó, Santiago Abascal. España Vertebrada, se extrae una laguna que mi juicio evidencia la incapacidad de Santiago Abascal, presidente de Vox: la política internacional. «¿Ves? Ahí me pillas. Ése es un mundo en el que no tengo demasiadas convicciones, más allá de nuestro compromiso de actuar siempre en pro de los intereses de España», responde el Sr. Abascal cuando el Sr. Sánchez Dragó le pregunta por el proyecto de Vox respecto a la política exterior de España. Algo que habla a favor del Sr. Abascal es que, por lo menos, tiene la humildad de decir que no entiende de diplomacia en vez de lanzarse a hablar de lo que no entiende. Y aunque es de agradecer su humildad, no es suficiente para un candidato a la presidencia del Gobierno. Ni de cerca.
Esta respuesta bochornosa conduce a la pregunta de cuáles son los postulados de Vox de cara al escenario internacional. De su programa no hay nada, el mismo Sr. Abascal lo confirmó. No tienen ninguna propuesta. A decir verdad, el único partido al que se le ha escuchado una propuesta concreta de política exterior, más allá de posicionamientos estériles y que denotan ignorancia diplomática (del tipo «vamos a formar un gobierno europeísta» que repiten Ciudadanos y el Partido Socialista), ha sido el Partido Popular cuyo presidente, Pablo Casado, lleva tiempo reivindicando la necesidad de que España utilice su influencia en las instituciones europeas para organizar un «Plan Marshall» para África con el fin de acabar con las turbulencias socioeconómicas y políticas que obligan a millares de migrantes a jugarse la vida en el viaje hacia Europa.
El Sr. Abascal remarca su compromiso a «actuar siempre en pro de los intereses de España». Bien, eso es algo que tiene en común con todas las diplomacias españolas desde tiempos de Isabel la Católica hasta hoy. No nos podemos dejar llevar por la soflama populista de «los intereses de España» — cuya utilización monopolística es, además, insultante, pues implica que hay otros partidos que no actúan en el interés de España y que por tanto están vendidos a potencias extranjeras (esta es la base del discurso abascalista: decir que Cs está vendido a Macron y el PP vendido a Merkel). Pero bien, desgranemos lo que puede significar para Vox el «interés de España».
Lo primero que debemos tener en cuenta es que el concepto del «interés nacional» es de los más complejos del mundo de las Relaciones Internacionales. ¿Cómo se crea el interés nacional? ¿Quién lo hace? Yo me decanto por la definición constructivista de Jutta Weldes: el interés nacional es un elemento construido por la interpretación que los gobernantes hacen de la propia historia de la nación, sus objetivos y su curso en el sistema internacional. Este «interés nacional» es básicamente una interpretación del espíritu de los tiempos (el Zeigeist de Hegel). La interpretación que el Sr. Abascal y los voxistas hacen del interés nacional español abarca una concepción de gloria, honor y poderío construida a partir de la mezcla (carente de todo criterio histórico) de elementos de la Reconquista, los Reyes Católicos, la Conquista de América y el siglo de los Austrias Mayores. Hacen una interpretación (increíblemente básica y alejada de todo principio de las Relaciones Internacionales como filosofía, y de la Historia) en la que España tiene el deber histórico-moral de ser una gran potencia como lo fue en los siglos XVI y XVII: el eje de toda la política europea, la defensora del Mediterráneo occidental y la abanderada de la lucha contra los infieles. Dentro de esta interpretación, que pretende recuperar el sistema internacional del siglo XVI, la Unión Europea es un obstáculo porque se trata de una institución que consolida la hegemonía de Francia y Alemania.
El discurso histórico de Vox es tan burdo que dibuja una línea de hegemonía española ininterrumpida desde 1492 hasta el surgimiento de la Unión Europea y la hegemonía franco-alemana. Lo primero que deberían saber es que el binomio hegemónico entre Francia y Alemania es muy anterior a la Unión Europea y que la Unión, precisamente, se erige sobre esa hegemonía ya existente. Del discurso del Sr. Abascal se vislumbra la creencia de que la Unión permite a Francia y Alemania mantener su hegemonía mientras que condena al resto de Estados a la disolución transnacional; de ahí viene el pulso de Vox por mantener marcadas con fuego las fronteras y su alianza con nacionalistas euroescépticos como Marine Le Pen (Francia) o Matteo Salvini (Italia). Abascal verdaderamente teme que el futuro de la Unión Europea vaya a acabar teniendo la forma de unos «Estados Unidos de Europa»; este temor además se lo exacerba otro grandioso desconocedor de la historia y la diplomacia como Albert Rivera, que hace poco decía que su sueño era ver unos Estados Unidos de Europa. Abascal asocia a Ciudadanos con un proyecto de disolución del Estado-nación, de pérdida de la identidad nacional y hasta de invasión napoleónica. Lo que ambos ignoran (por idealista uno y por populista otro) es que la utopía de los Estados Unidos de Europa es un proyecto de los años 20, propuesto por el premier francés Aristide Briand poco después de la firma del Tratado de Kellogg-Briand. Es un proyecto que se sabe imposible y que a día de hoy defienden los que desconocen la diversidad nacionalista-histórica del continente europeo que hace imposible la conformación de una Europa federal.
Contrario como es a la Unión Europea, Vox habla de una Europa sin Unión pero con cooperación, es decir de un retorno a la política de potencias independientes dentro de un Concierto europeo a lo siglo XIX (que es lo más cercano a la Europa sin Unión pero con cooperación). Vox por supuesto ignora que la Unión Europea es lo que ha reforzado la presencia internacional de España como, además de miembro con capacidad de veto en el Consejo, puerta entre todos los países de la Unión e Iberoamérica. El Concierto Europeo sí que era un sistema de refuerzo de la hegemonía de las potencias de la pentarquía (Reino Unido, Francia, Prusia, Rusia y Austria) que no reservaban un sitio en la mesa de las decisiones a las pequeñas y medianas potencias (como España). Es curiosa la elección de aliados que hace Vox para que España recupere la hegemonía. El Sr. Abascal ha insistido en multitud de ocasiones que la canciller Ángela Merkel le parece de lo peor que ha tenido Europa y que él busca un Europa cercana a los principios del Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), mostrando especial afinidad con el primer ministro húngaro Viktor Orban. Abascal todavía no ha explicado cómo encaja en su proyecto de hegemonía y poderío españoles el alinearse con países que aún distan mucho de tener el boyante nivel socioeconómico y político de la Europa occidental, y a los que la Unión mantiene bajo constante vigilancia por su progresiva regresión en valores democráticos. El Sr. Orban, a quien tanto admira Abascal, ha sido sancionado por el Parlamento Europeo (que invocó el Artículo 7 del Tratado de la Unión) por poner trabas a la libertad de prensa en Hungría y amenazar la solidez del Estado de Derecho. Es sin duda un brillante aliado para la democracia española.
Esto demuestra el poco criterio del Sr. Abascal en temas de política europea. Por no hablar de política global: ¿se ha parado a pensar lo nocivo que puede ser su discurso islamófobo para las vitales relaciones estratégicas de España con el Magreb y Oriente Medio? No se puede hacer política exterior solo diciendo «Viva España» y «actuaremos en pro de los intereses de España». ¿Qué intereses, Sr. Abascal? Que le vaya bien a España no es suficiente. Que recuperemos la hegemonía del siglo XVIes imposible además de ignorante. ¿Para qué modelo realista de Unión Europea, de sistema internacional, va a trabajar usted? ¿Con qué aliados? ¿Quiere acaso alinear a un país efervescente, atlantista y de prestigio como España con los países de Europa del Este cuyo ingreso en la Unión mediante la política de extensión de 2004-2008 está cada vez más cuestionado y que están bajo vigilancia por atentar contra las libertades democráticas? El expresidente Mariano Rajoy dijo en 2016: «al Gobierno se viene aprendido; no a aprender». Es una de sus grandes frases, de las más certeras y cargadas de verdad, en mi opinión. La razón por la que populismos fracasan cuando acceden al poder es porque no tienen capacidad ni conocimiento de gestión. Y su fracaso lo pagamos todos: lo pagan el interés nacional y el bien común. No se puede pretender ser presidente del Gobierno y responder «ahí me pillas» a una pregunta sobre política exterior. Es inexcusable.
Buenos días. Sería importante dejar de referirse a los países de Europa central con el soviético y putiniano Europa “oriental”.
También ayudaría no supeditar valores superiores a que algo sea “de prestigio”; al hacerlo se cae en algo parecido a lo que hace Abascal con “español”.
Un cordial saludo.
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Antonio, muchas gracias por tu comentario. Creo que el término «Europa Oriental» o «Europa del Este» no es para nada despectivo ni está limitado a la concepción soviética de lo que había más allá del Telón de Acero. Se habla del término Europa Oriental desde mucho antes de la URSS, por ejemplo para hacer referencia a las particiones de Polonia del s.XVIII entre los imperios de Europa Oriental (Prusia, Rusia y Austria). Es una expresión geopolítica semejante a «Cuerno de África», «Sudeste asiático» o «Mediterráneo oriental». Y respecto a lo «de prestigio», es innegable que España es un país que goza de prestigio internacional en el sentido de que es una de las democracias mejor valoradas del mundo y que goza de mucha influencia (de «soft power») cultural y diplomática en todas las instituciones internacionales.
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