La marcha de Roldán

Antonio «Toni» Roldán (Barcelona, 1983) representa en Ciudadanos el ala socioliberal. Ha sido portavoz de Economía del partido hasta hoy que ha decidido marcharse de la política. Discípulo de Luis Garicano —el peso pesado de la corriente socioliberal del partido naranja—, Roldán era sin duda uno de los perfiles más preparados de Ciudadanos y un pilar fundamental de un partido que se definía como de centro y liberal. Roldán en la comparecencia en la que anunciaba su marcha del partido y su renuncia al escaño ha pronunciado una frase lapidaria: «La dirección del partido ha tomado una decisión estratégica que es legítima pero que yo no puedo compartir. Los costes para España de la estrategia elegida por Ciudadanos son demasiado altos». Demuestra con su renuncia mucho más sentido de Estado del que jamás haya podido haber en la cúpula del partido que vino a centrar a los gobiernos socialdemócratas y conservadores y alejarlos del nacionalismo, y que ahora está más preocupado en agenciarse una porción del pastel.

Roldán encarna la esencia de un partido como lo es Ciudadanos, que se nutrió en orígenes ideológicos del espectro diestro y del siniestro. Ciudadanos estaba diseñado para facilitar gobiernos y terminar así con la imposición de los cinco diputados del Partido Nacionalista Vasco y los ocho de Convergencia y Unión de los que tanto el Partido Popular como el Partido Socialista dependían para gobernar. Como tal, Ciudadanos tenía que tener una espina dorsal flexible que le permitiera pactar con el conservadurismo y con el socialismo, dependiendo de los resultado electorales. Roldán representa la parte del partido a la que se debía dar voz ahora que las urnas han favorecido al socialismo sobre el conservadurismo. Esa debe ser la filosofía de un partido de centro anti-nacionalista. Cuando existan posibilidades de gobierno conservador, los socioliberales se relegan; cuando la Izquierda es la mayoritaria, los liberal-conservadores se apartan en favor de los Roldanes y Garicanos de turno. La aritmética parlamentaria que nos dejaron las elecciones del 28 de abril abrió la puerta a un gobierno estable entre el PSOE y Ciudadanos. Solo con esos dos partidos ya se obtenía la mayoría absoluta; no habrían sido necesarias ingenierías de abstenciones ni negociaciones con terceros. La razón de Estado evidencia que ése es el pacto que necesita el país. Es entendible la renuncia de Roldán que ve, como vemos todos los españoles, que el partido centrista rechaza pactar con la Izquierda democrática para alejarla del nacionalismo sectario catalán y vasco y de la ultraizquierda populista.

Tanto Albert Rivera como Pedro Sánchez carecen de altura de miras. A Rivera ya lo analicé en la anterior entrada. Al líder de Ciudadanos se le intenta salvar de la crítica con la excusa de que es Sánchez, como candidato a la presidencia propuesto por Felipe VI, quien debe levantar el teléfono para llamar a los liberales. Es Sánchez el que carece de sentido de Estado y el que tiene preferencia absoluta y maliciosa por pactar con el independentismo y el populismo. Desde luego, el Sr. Sánchez no tiene excusas. Desde el PSOE no pueden exigir la abstención de PP y Ciudadanos para evitar el bloqueo porque no nos encontramos en una situación de bloqueo semejante a la de 2016, cuando íbamos a una segunda repetición electoral. El PSOE no puede pedir que le regalen la investidura sin siquiera sentarse a negociar. Pero la negativa de Ciudadanos a dar el primer paso en esta lucha de egos en la que la única perjudicada es la res publica es un terrible error estratégico. Si Ciudadanos ofreciera a Sánchez un acuerdo programático o una abstención a cambio de unos puntos generales fundamentales (que a mi juicio debían pasar porque el PSOE se abstuviera para que gobernara Navarra Suma en la Comunidad Foral y que no se pactara a nivel nacional con el independentismo catalán y el nacionalismo vasco) podrían darse dos situaciones de las que Ciudadanos saldría beneficiado. La primera sería que el PSOE aceptara: Rivera podría colgarse no la medalla sino la gran cruz de haber moderado al sanchismo, salvado a España de una legislatura dominada por el populismo y el independentismo y haber garantizado la gobernabilidad y la estabilidad. Existen mil formas de venderlo y Ciudadanos que siempre se ha considerado el partido del marketing, que aspira a funcionar como una empresa privada para maximizar productividad y beneficios (para los españoles), sin duda sabría venderlo de la mejor manera. La segunda situación sería que el PSOE se negara. En tal caso quedaría retratado y a Sánchez se le avecinaría una legislatura de feroces críticas por haber preferido pactar con Podemos y el independentismo antes que con el liberalismo de Ciudadanos. Sería indiscutible el hecho de que Sánchez sacrifica la estabilidad y la recuperación económica.

Pero la estrategia, como ha denunciado Roldán, no es esa. La estrategia de Ciudadanos es reemplazar al PP como partido dominante del centroderecha, por creer Albert Rivera que es el camino más rápido hacia la presidencia del Gobierno. Es una estrategia errada, además de irresponsable. No importa que sea Sánchez el que deba buscar los apoyos; es la oportunidad que tiene Ciudadanos de empezar a ser un partido con sentido de Estado — a pesar de que lleve años atribuyéndose de forma fatua dicha condición. Puede que la renuncia de Toni Roldán levante la liebre y que en Ciudadanos el sector socioliberal o progresista, que existe y que está arraigado en la estructura del partido, encuentre la fuerza para cuestionar a Rivera. Es interesante que durante esta semana que los medios ya han definido como «negra» para Rivera —por la insistente negativa a abstenerse, la ruptura con Manuel Valls y ahora por la renuncia de Roldán—, el líder de Ciudadanos a penas se ha dejado ver en actos públicos. Es innegable que las voces críticas con su estrategia resuenan cada vez con más fuerza; la dimisión del portavoz de Economía y pilar del sector «garicanista» va sin duda a ser un altavoz para ellos. Puede que el partido que se nutrió de huidos del PP y del PSOE se encuentre con la espantada de una parte de los suyos.

De Historia, Política y Perros ya ha comentado en más de una ocasión que el escenario previsible es que en otoño se repitan las elecciones y que la XIII Legislatura imite a su hermana la XI y sea fallida. Si eso sucede, por la imperiosa negativa de Podemos a apoyar a Sánchez a menos que haya ministros morados —decisión que va a someter a las bases de inscritos «e inscritas» para obtener (dudosa) legitimidad—, sin duda muchas miradas se posarán en Ciudadanos que por su falta de razón de Estado será también responsable de la repetición electoral y la consecuente falta de estabilidad. Pero en el corto plazo, la renuncia de Roldán puede impulsar a otros como él y provocar en Ciudadanos un peligroso y más profundo resquebrajamiento entre conservadores y socioliberales semejante al de la UCD.

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