No es el shah de España

Sorprendente la noticia de que cuarenta años del que ha sido el reinado más trascendental de nuestros últimos tiempos culminen en un auto destierro. El Rey Padre abandona España como hicieron en su día su abuelo, Alfonso XIII, y su padre don Juan. Muchos han sido los reyes que se han apartado de sus reinos a lo largo de la historia. Pero el ejemplo más reciente, al que nuestra prensa (en Babia) ya está y seguirá recurriendo con columnas y tribunas absurdas en los días próximos, es el del Mohammed Reza Pahlavi, que fue último shah de la Persia imperial. Cayó derrocado por la revolución islámica del ayatolá Jomeini a comienzos de 1979. Durante los siguientes años, el shah y su familia vagaron por el exilio – el monarca llevando a cuestas un cáncer que acabaría con él en 1980 estando en El Cairo. Casi a la vez que Jomeini regresaba de su exilio – en avión, produciendo una imagen de regreso triunfal semejante a la de Lenin en su tren de vuelta en Petrogrado en 1917 –, el shah y su familia se embarcaban para nunca regresar a Irán. Y por eso siento la necesidad de escribir este breve artículo para reivindicar la figura histórica del Rey padre, dejando claro que no es, y nunca será, como el shah de Persia.

 

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Día de la firma de la abdicación de S.M. El Rey Juan Carlos I, 18 de junio de 2014

Mohammed Reza Pahlavi (1941-79) fue un monarca absoluto, totalitario en su última etapa (1975-9). El descontento que trajo la revolución islámica de Irán venía ocasionado, además de por el proceso de distanciamiento a la religión islámica, por una profunda crisis socioeconómica que se cebaba con las clases medias. El país, que había crecido, gracias al petróleo, como ningún otro en un periodo de tiempo brevísimo, se veía además preso de unas endémicas corrupción y arbitrariedad. Las clases educadas no podían participar en la política, y eran precisamente las que trataban de hacer valer sus derechos las que padecían la tortura en las mazmorras del SAVAK, la policía secreta imperial. La Persia de la que exilió el shah en 1979 era un estado absolutista como siempre había sido, y el shah, por muy terrible que fuera situación, un tirano más. Por eso es penoso que tribunas de prensa empiecen a trazar comparativas entre el último emperador de Persia y Juan Carlos I.

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S.M. el Rey Juan Carlos I firmando la Constitución española. En el fondo, el príncipe Felipe de Borbón futuro Felipe VI, 6 de diciembre de 1978.

Censurables como puedan ser, reprochables y pésimas, las actividades del ámbito privado del Rey padre, no podemos permitirnos el olvidar su reinado, ni dejar que estos últimos y sombríos enredos eclipsen sus proezas. Juan Carlos de Borbón fue el hombre que contribuyó a la caída del franquismo desde dentro, con el apoyo y siguiendo las directrices de Torcuato Fernández-Miranda. Logró que España transitara desde la dictadura hasta la democracia plena sin que se derramara una gota de sangre. El Rey padre fue clave en el proyecto que evitó la segunda guerra civil española. Detuvo el golpe de Estado de 1981 que hubiera retrotraído al país a mediados de 1936 e hizo prevalecer el orden constitucional y democrático. Su influencia como rey, su auctoritas, ha sido clave en el desarrollo de las relaciones internacional de una España, que venía de estar cerrada casi a cal y canto al mundo exterior, con los países de la Comunidad Europea, el Magreb, Latinoamérica y Oriente Próximo.

La frase está gastada, pues fue él mismo quien la pronunció: ha sido un rey para todos los españoles; hizo de la Monarquía una institución neutral y al servicio de la patria, revolucionando siglo y medio de relación de la Corona con la democracia. No podrá decirse, ni debe insinuarse, que esta especie de auto-destierro constituye el fin de una tiranía de la que todos se alegran llegue a su fin: Juan Carlos ha sido un rey demócrata y democrático. Si abandona España a pesar de la carga histórica y sentimental de su decisión es porque se confía en que sea lo mejor para la Monarquía que representa su hijo. Es una decisión que le honra. Los errores, evidentes, inexcusables, cometidos por quien pensó que ser rey significaba estar por encima del resto – como pensaron sus ancestros –, no pueden eclipsar la obra de un extraordinario monarca cuyo reinado sirvió para instaurar y consolidar una de las mayores democracias del planeta.

 

2 comentarios sobre “No es el shah de España

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